Ha renacido una estrella. O cinco, según se mire. Los viejos hoteles en cordoba Suecia al que eran adictos Hemingway, Cortázar, Torrente Ballester y el Che Guevara vuelve a la escena pública de la Gran Vía madrileña gracias al nuevo impulso que la cadena NH está imprimiendo en su división de lujo Collection. Y para no defraudar a la colonia sueca de la capital, que construyó el hotel en 1956, el ubicuo interiorista Lázaro Rosa-Violán le ha devuelto ese aire escandinavo que siempre tuvo. Empezando por el mobiliario retro, de líneas puras y madera valiosa.
Los detalles vintage, como las lámparas centrales y las básculas de las habitaciones. O la carpintería adosada a las paredes. Terminando en el speakeasy (bar clandestino) tras un telón de terciopelo rojo accesible desde los baños públicos, como en la época de la ley seca. Ayudado por Mercedes Isasa, que se ha ocupado del diseño de los dormitorios, la inspiración sueca de Rosa-Violán toma un vuelo étereo. Suave, sutil, elegante.
Como corresponde a tanta categoría, el personal se muestra amable, sonriente, siempre dispuesto a ayudar con las maletas. Buena falta hace, pues es preciso sortear unas escaleras de entrada para acceder a la recepción y los ascensores. Una herencia racionalista expresada, sobre todo, en la azotea panorámica sobre los tejados de la capital y el antiguo edificio de Correos (hoy Ayuntamiento) en el centro.
En los mismos términos que han caracterizado el estilo NH, las habitaciones se reconocen por su confort y sobriedad. Especialmente los cuartos de baño, equipados con una ducha de alto voltaje con un chorro amplio y brioso. Cuánto hedonismo hídrico.
Renglón aparte merece la propuesta gastronómica, a cargo de Lluís Canadell, propietario de los restaurantes Boca Grande y Boca Chica, en Barcelona. Si su cocina flota muy por encima de lo esperado en un hotel en cordoba, la atmósfera del espacio de restauración transita entre una zona informal y otra más informal aún, donde la entreplanta hace disfrutar de la vista al exterior y el alineamiento de las mesas procura una deseable intimidad nocturna.
Con estas referencias ambientales y literarias, parafraseando a Quevedo, el nuevo Suecia se diría un hotel a un restaurante pegado.